Cuando era pequeñita mis compañeros me contaron la historia de la mano negra: cuando ibas al lavabo y tirabas de la cadena salía de ella una mano negra ¡del water!! y te estrangulaba. Había otras versiones como la mano roja, que no era mejor y la mano blanca, más generosa que las otras y que, o bien no te hacía nada, o bien te daba dinero. Tuve pánico a ir al lavabo, con los inconvenientes que ello comportaba, y pasé muchas noches sin dormir, mirando la puerta del lavabo que permanecía entreabierta, mostrándome parte de sus oscuras fauces. Imaginaba que en aquella mazmorra oscura, las más deleznables criaturas lovecraftianas reptaban amorfas con intención de atraparme. O que un largo brazo, de raíces incrustadas en la cisterna, asomaba de aquellas profundidades elástico y vengativo. No espería a que yo me acercara a aliviarme y se alargaría cuanto fuera necesario planeando en la noche hasta mi habitación para capturarme. ¡Ah qué tiempos de inocencia! desde entonces ha llovido mucho. A veces, aún me pregunto quién fue aquella mente calenturienta que inventó aquella historia. ¿Algún maestro que estaba harto de que sus alumnos le pidieran para ir al lavabo? Sea como fuere, aquella mente perversa nos ofreció genuino terror a mi y a mis compañeros del "Santa Teresa de Jesús" y posiblemente a otros colegios, porque antes los niños nos relacionabamos y jugabamos en la calle. Por lo que sospecho que la leyenda abarcó confines ignotos. Pero ¿hasta dónde llego la mano negra?
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