Tuesday, June 5, 2007

Sobre verdugos y niezcheanos de pacotilla


Si hay algo que no soporto es la prepotencia, la chulería y la soberbia de algunas personas. En algunas ocasiones no es grave, sólo irritante o asqueante. Pero en otras las consecuencias pueden ser peores: la exclavitud, la destrucción o la muerte de otros seres. Suelo huir como de la peste de todos aquellos que se consideran seres superiores, seres supremos de la escala evolutiva pues ello les confiere el derecho del uso y disfrute de lo que consideran "está por debajo". Por tanto, aquellos hombres que se consideran superiores a las mujeres, los blancos que se consideran superiores a otras razas y los humanos que se consideran lo mejorcito de la especie con derecho a explotar sin miramientos hacia la naturaleza...nunca estarán lo suficientemente lejos de mi. No en pocas ocasiones he observado con horror como cuando a alguien se le da el poder lo utiliza para el aplastamiento del prójimo, al principio hasta con timidez, pero luego al ganar confianza he visto todo un despliegue de mala leche "porque pueden". Tienen el poder, tienen la capacidad de herir o defenestrar y lo utilizan sin remoridimientos. Algunos llegan más allá y disfrutan de ese poder verduguil própia de los cobardes que se atreven con los que están en una situación de indefensión o de subordinación, no por gusto sino por las circunstancias. Los he visto saborear con deliete ese poder y a veces llegan a la crueldad más atroz. ¡ Dios qué mezquinos son! ¡Qué viles y cobardicas! ¡Cómo les desprecio! Cuántas veces, cuando se cambian las tornas son los que más gimotean, los que más se quejan y vociferan cual plañideras funerarias. Siempre me he preguntado si esos verdugos, matarifes, toreros, cazadores, pescadores y aficionadillos de la muerte se comportarán con la misma dignidad cuando les toque a ellos. Lo dudo. Siempre les imagino chillando, suplicando para que no les toque a ellos, para ser perdonados por la parca. No les tengáis lástima, no les lloréis, guardaos vuestras lágrimas para quien las merezcan. Tampoco les tengo pena a los mentirosos, estafadores, traidores, metemuertos y otra gentuza. Nunca serán pérdidas para el mundo. Huid de ellos, ignorádles y que se pudran en su soledad.

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